Si emprendes la tarea de investigación filosófica, descarta el peligroso aforismo que aconseja que mantengas una «mente abierta». Ese es un término muy ambiguo [...]. El término es un anticoncepto. Por «mente abierta» se entiende normalmente una actitud objetiva e imparcial hacia las ideas, pero se usa como una llamada al escepticismo perpetuo, a no mantener convicciones firmes y a no otorgarle validez a nada. Por «mente cerrada» se entiende normalmente la actitud de un hombre imperturbable frente a ideas, argumentos, hechos y lógica, la actitud de alguien que se aferra testarudamente a alguna mezcla de premisas injustificadas, frases de moda, prejuicios primitivos y emociones. Pero eso no es una mente «cerrada», es una mente pasiva. Es una mente que ha rechazado (o que nunca ha adquirido) la práctica de pensar o de juzgar, y que se siente amenazada cuando se le pide que considere cualquier cosa.

Lo que la objetividad y el estudio de la filosofia requieren no es una «mente abierta», sino una mente activa, una mente capaz y deseosa de examinar ideas, pero de examinarlas críticamente.

Una mente activa no le concede el mismo estatus a la verdad y a la falsedad, no se queda flotando para siempre en un vacío estancado de neutralidad y de incertidumbre; al asumir la responsabilidad de juzgar, alcanza convicciones firmes, y las mantiene. Al ser capaz de demostrar sus convicciones, una mente activa consigue una certeza impregnable en las confrontaciones con asaltantes: es una certeza sin manchas de fe ciega, de aproximaciones, de evasiones y de miedo.

No, no tienes que mantener tu mente permanentemente abierta a la tarea de examinar cualquier nueva variante de las mismas viejas falsedades. Descubrirás que ellas son variantes de, o ataques a, ciertas esencias filosóficas, y que toda la gigantesca batalla de la filosofa (y de la historia humana) se reduce a mantener o destruir esas esencias. Aprenderás a reconocer a primera vista la posición de cada teoría sobre esas esencias y a rechazar los ataques sin pensarlo dos veces, porque sabrás (y serás capaz de demostrar) de qué forma cada ataque, viejo o nuevo, está hecho de contradicciones y de «conceptos robados».

- Ayn Rand. Filosofía: quién la necesita (1982).


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8/6/2024, 6:00:10 PM  -  2 months ago.

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